25 de diciembre de 2012

Nuestro comienzo


Empecé a prepararme para la “cita” una hora antes, para no llegar tarde. En la boca de mi estómago había un nudo de nervios que no podía controlar. Apenas comí ese día, apenas pude hacer nada ese día, ella ocupaba todos mis pensamientos.

Cuando terminé de arreglarme partí hacia el lugar donde debería estar ella, sin ni siquiera mirar el reloj. Cuando llegué me inundaron las dudas: “¿Y si me ha hecho venir para reírse de mí?”, “¿Y si quieres vengarse de todo el daño que le había hecho antes?”, “¿Y si todo era mentira?”… Estas dudas hicieron acrecentar el dolor en mi estómago, fue entonces cuando me di cuenta de que quizás, en mi mundo de dudas, ya había pasado la hora… Ni en broma, aún quedaba diez minutos para la hora acordada, o al menos eso era lo que indicaba el reloj de mi móvil. De repente, mi móvil vibró en mi mano, un mensaje “Que extraño, nadie me envía mensajes a esta hora”-Pensé, lo abrí y era un mensaje de ella diciéndome: “¿Bajo o te dejo esperando?”, pensé durante medio minuto un buen mensaje de respuesta y se lo envié: “Si no estás aquí en diez minutos me iré.” Mentí, le hubiese esperado en ese escalón hasta que hubiese bajado, ya pasasen horas, días, meses o años. Esta vez no se escapaba de mí, la necesitaba y la necesitaba ahora.

En menos de dos minutos ya la tenía enfrente de mí, desordenada, con su melena castaña al aire y sus ojos color Coca-Cola mirándome fijamente, me encantaba(me sigue encantando). En ese momento las dudas que tenía anteriormente se disiparon para dejar lugar a otras… “¿Querrá un beso, un abrazo o un apretón de manos?” era la principal duda que se instaló en mi cabeza. Finalmente fue un abrazo, aunque por unos instantes dudé entre un abrazo o un beso apasionado…

La tarde transcurrió tranquila, sin tapujos, sin mentiras,… Como do viejos amigos que se vuelven a encontrar. Debía demostrarle que había cambiado, que no era el de antes, que había madurado(o al menos eso creía yo). Nos sentamos en un banco, con el Sol ocultándose, y nos pusimos a hablar de nuestra vida juntos.

Admitió que me quería, que me amaba, que siempre me había amado pero siempre se hizo la difícil y que quería estar conmigo. Por un lado estaba satisfecho de que tenía razón, siempre supe que le gustaba, pero a la vez estaba triste, mis labios tenían dueña. Una dueña que los había encadenado a ella, que hacía tiempo que engañaba y que hacía tiempo que no sentía nada por ella salvo un poco de cariño.

Me sentía inútil, la mujer que siempre había deseado enfrente mía y lo único que podía hacer era negar con la cabeza y pensar lo más rápido que pudiese como salir de aquella encrucijada. Necesitaba hacer algo, necesitaba pensar con mayor claridad, pero tampoco quería hacerlo, la quería a ella y la tenía enfrente de mí diciéndome que me amaba… Era un imbécil.

De repente, un paso de ella me evadió de mis pensamientos, se acercó y sus labios rozaron los míos. Era un beso, me estaba besando, la chica de mis sueños, la mujer que siempre había deseado me estaba besando… No me lo podía creer, era mágico. No sé cuánto duró ese beso, ni siquiera me fijé en las personas que estaban a mi alrededor, solo estaba atento a ella, a sus labios y a su bienestar. Nada existía, salvo nosotros dos amándonos a cada instante.


Ella había elegido por mí y desde ese momento supe que el resto de mi vida estaría junto a ella.

Gracias, por ser valiente por los dos. Te amo Cristina.

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