Empecé
a prepararme para la “cita” una hora antes, para no llegar tarde. En la boca de
mi estómago había un nudo de nervios que no podía controlar. Apenas comí ese
día, apenas pude hacer nada ese día, ella ocupaba todos mis pensamientos.
Cuando
terminé de arreglarme partí hacia el lugar donde debería estar ella, sin ni
siquiera mirar el reloj. Cuando llegué me inundaron las dudas: “¿Y si me ha
hecho venir para reírse de mí?”, “¿Y si quieres vengarse de todo el daño que le
había hecho antes?”, “¿Y si todo era mentira?”… Estas dudas hicieron acrecentar
el dolor en mi estómago, fue entonces cuando me di cuenta de que quizás, en mi
mundo de dudas, ya había pasado la hora… Ni en broma, aún quedaba diez minutos
para la hora acordada, o al menos eso era lo que indicaba el reloj de mi móvil.
De repente, mi móvil vibró en mi mano, un mensaje “Que extraño, nadie me envía
mensajes a esta hora”-Pensé, lo abrí y era un mensaje de ella diciéndome: “¿Bajo
o te dejo esperando?”, pensé durante medio minuto un buen mensaje de respuesta y
se lo envié: “Si no estás aquí en diez minutos me iré.” Mentí, le hubiese
esperado en ese escalón hasta que hubiese bajado, ya pasasen horas, días, meses
o años. Esta vez no se escapaba de mí, la necesitaba y la necesitaba ahora.
En
menos de dos minutos ya la tenía enfrente de mí, desordenada, con su
melena castaña al aire y sus ojos color Coca-Cola mirándome fijamente, me
encantaba(me sigue encantando). En ese momento las dudas que tenía
anteriormente se disiparon para dejar lugar a otras… “¿Querrá un beso, un
abrazo o un apretón de manos?” era la principal duda que se instaló en mi
cabeza. Finalmente fue un abrazo, aunque por unos instantes dudé entre un abrazo o un
beso apasionado…
La
tarde transcurrió tranquila, sin tapujos, sin mentiras,… Como do viejos amigos
que se vuelven a encontrar. Debía demostrarle que había cambiado, que no era el
de antes, que había madurado(o al menos eso creía yo). Nos sentamos en un
banco, con el Sol ocultándose, y nos pusimos a hablar de nuestra vida juntos.
Admitió
que me quería, que me
amaba, que
siempre me había amado pero siempre se hizo la difícil y que quería estar
conmigo. Por un lado estaba satisfecho de que tenía razón, siempre supe que
le gustaba, pero a la vez estaba triste, mis labios tenían dueña. Una dueña
que los había encadenado a ella, que hacía tiempo que engañaba y que hacía
tiempo que no sentía nada por ella salvo un poco de cariño.
Me sentía
inútil, la mujer que siempre había deseado enfrente mía y lo único que podía
hacer era negar con la cabeza y pensar lo más rápido que pudiese como salir de
aquella encrucijada. Necesitaba
hacer algo, necesitaba pensar con mayor claridad, pero tampoco
quería hacerlo, la quería a ella y la tenía enfrente de mí diciéndome que me
amaba… Era un imbécil.
De
repente, un paso de ella me evadió de mis pensamientos, se acercó y sus labios
rozaron los míos. Era un
beso, me
estaba besando, la chica de mis sueños, la mujer que siempre había deseado me
estaba besando… No me lo podía creer, era mágico. No sé cuánto duró ese beso,
ni siquiera me fijé en las personas que estaban a mi alrededor, solo estaba
atento a ella, a sus labios y a su bienestar. Nada existía, salvo nosotros dos amándonos a cada instante.
Ella
había elegido por mí y desde ese momento supe que el resto de mi vida estaría
junto a ella.
Gracias, por ser valiente por los dos. Te amo Cristina.
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