Y ese beso que de tu
mejilla se deslizó para llevarme en tus labios a un mundo infinitamente mejor.
26 de febrero de 2013
20 de febrero de 2013
Dreams #3
Me
tumbé, esperando a que el sueño me invadiese.
Y
así fue, un sueño un tanto extraño. Casi me parecía real.
Despertaba
tumbado en la cama, en una habitación blanca casi inmaculada. La cama era
ancha, había dos mesitas de noche de color blanco y en la pared del cabecero
había una gran multitud de fotos. Apenas les presté atención ya que todo me
parecía muy rutinario, me incorporé y busqué en la mesita mi ropa interior,
después abrí el pequeño armario que había en la esquina para buscar mi ropa.
“Mierda,
me falta la camisa.” Pensé mientras me ponía los vaqueros.
Salí
de la habitación en dirección al salón, que tenía un calor más cálido y acogedor.
Y allí estaba ella, sentada con las rodillas subidas en una butaca en tonos
madera, tan perfecta como siempre, estaba leyendo un libro bastante antiguo y
bastante deteriorado al cual apenas se podía ver una parte del título… “viajero”.
Me
acerqué a ella, tomé el libro y lo dejé encima de una mesa auxiliar que había
allí mientras la besaba.
-Me
tienes que devolver la camisa-Le susurré al oído.
-Tendrás
que quitármela- Dijo ella mientras me devolvía el beso.
La
cogí en brazos, noté como el pelo castaño resbala y caía en mi piel, me
encantaba esa sensación de paz y tranquilidad. Fue entonces cuando me di cuenta
de que ella apenas estaba vestida con mi camisa, unas bragas y unos calcetines
largos. Cada vez me encantaba más esa escena.
La
subí a la encimera de la cocina, mientras, le desabrochaba los botones de su
camisa. Ella jugaba con sus manos en mi espalda y en mi pelo. Cada vez que un
botón se desabrochaba yo besaba la parte que cubría y así, poco a poco, subí
hasta sus labios.
-Sería
una pena quedarnos con las ganas, esas alas en la espalda me piden a gritos que
lo arañe- Dijo mientras esbozaba una sonrisa perversa.
-Al
menos no te pide a gritos que lo haga tuyo, como el tatuaje que usted tiene en
el pecho-Dije mientras le besaba en el cuello.
Ambos
sonreímos y nos besamos pero, cuando nuestros labios se separaron, todo
desapareció con el sonido del despertador.
Miré
al techo y pensé: “Algún día, lo haré realidad.”
17 de febrero de 2013
Y su amor, nos volvió perfectos
Me
tumbé en la cama, deseoso de descansar tras un día casi completo.
Estaba
mirando hacia el infinito, planeando la forma de decirle cuanto la amaba y como
no quería nada que no fuese ella, pero no encontraba las palabras.
Hacía
calor, o al menos eso notaba yo, así que me deshice de la camiseta que tenía.
Ella se puso encima de mí observando cada detalle de mi torso. Lo deseaba.
De
repente la abracé, mi piel necesitaba
estar en contacto con la suya. Y la besé, porque mis labios también tenían
esa necesidad. El pulsó se nos aceleró y ese beso llevó a otro, y ese otro a
otro…
Poco
a poco notamos como nos sobraba la ropa,
como nuestra piel querían estar juntas.
Fue
entonces cuando, tras un beso intenso, se separó un palmo de mí. El Sol lanzaba
sus rayos con fuerza tras ella e iluminaba cada detalle de belleza de su
rostro, y sonrió. Me lanzó una de sus sonrisas de las que me dejaban
indefensos. Quizás no es perfecta, pero en esos momentos y para mí, sí que lo es.
Y
fue entonces cuando confirmé que la amaría el resto de mis días.
Despertar
Y todo se volvió oscuro, no hubo nada más
que sombras en un vacío infinito.
Ya no había recuerdos que doliesen, ni
recuerdos alegres, no había olor, no había colores, no había nada… Nada.
Estaba solo y ¿asustado? No, asustado no
es la palabra. Estaba tranquilo, no había nada que me dañara, reinaba una paz
enorme en aquel mundo de sombras en el que, en el fondo, no quería escapar.
Pero un recuerdo se coló en la infinita oscuridad, era ella. Un atisbo de luz en aquella infinita oscuridad.
Sabía que tarde o temprano despertaría,
mi corazón seguía latiendo y tenía muchas cosas pendientes que hacer. Pero lo
único que esperaba era que al despertar estuviese ella allí.
Cuando desperté fue cuando me di cuenta
de que había estado demasiado tiempo prisionero de mis recuerdos. Necesitaba
contarlo todo, necesitaba saber que sentía ella, que me respondería, saberlo
todo. Porque despertar solo fue más duro que estar sumido en aquel sueño en el cual no había nada.
Desperté y
me di cuenta de que no quería volver a despertar… Sino era con ella a mi lado.
11 de febrero de 2013
Y nos olvidamos del sexto mandamiento...
Era
una calurosa tarde de verano, estábamos ella y yo como siempre, amándonos en su
sofá. Jugando a ver quién podía dar más besos al otro.
Poco
a poco el juego se fue calentando, la temperatura de nuestro cuerpo se elevó
hasta límites infinitos que solo el otro cuerpo podía calmar. La ropa empezó a
molestar, los besos eran más cortos e intensos, nuestras respiraciones se aceleraron
con nuestros pulsos. Mis ojos verdes subieron la mirada y encontraron los suyos
marrones, mirándome perversamente.
Se
levantó de encima de mí y se fue hacia su cuarto, yo la seguí como un fiel
perro sigue a su amo. Se tumbó en la cama, esperando a que yo me tumbase encima
y continuáramos ese peligroso juego que habíamos comenzado en el sofá.
En
la cama el juego cambió, todo cambió. Ya no nos besábamos para satisfacer
nuestras necesidades, sino para calentar aún más si se podía el cuerpo del
otro. La ropa pesaba demasiado y poco a poco fue cayendo al suelo, prenda por
prenda, hasta terminar semidesnudos en su cama.
Seguimos
jugando al juego de a ver quién calentaba más a quién hasta que entonces, casi
en un susurro, me dijo “Vamos a hacerlo”. Mis pensamientos volaron, cuantas
noches había soñado con que aquella frase saliese de sus labios, cuantas veces
había deseado hacerlo con ella,… Infinitas.
Mis
manos se deslizaron rápidamente por su espalda y desabrocharon el sujetador,
sus manos separaron nuestros cuerpos y bajaron hacia mi entrepierna. Un
escalofrío recorrió mi piel, mis labios se propusieron besar cada centímetro de
tu cuerpo. Poco a poco fueron bajando hasta que mis dedos se posaron en el
borde de su braguitas. ”¿Estás segura?” Le pregunté. “Hazlo” Respondió.
Mis
manos terminaron por desnudarla, era la primera vez que la veía desnuda, la
primera vez que veía a una mujer desnuda que quería todo de mí, una mujer que
me amaba tumbada en su cama.
Quizás
no fue el mejor inicio, pero fue nuestro inicio y eso lo hace perfecto.
Era
inevitable, ella tiene mi primera vez guardada en su corazón. Y su "C" con dos "J" acladas en el mío para siempre.
-Y
la abracé, con todo el tiempo que la había echado de menos.
3 de febrero de 2013
Pequeños secretos...
Mi mirada estaba perdida en el infinito,
en mis pensamientos solo buscaba la forma de volver a sorprenderla y volver a
verla sonreír.
-¿En qué piensas, cariño?- Preguntó
*Maldición, no puedo decirle lo que
estaba pensando… *Pensé
-En que mañana es Sábado y pasado
Domingo- Respondí
*Menuda mierda de respuesta has dado,
pero al menos puedes seguir pensando en cómo volver a sacarle esa sonrisa que
tanto te gusta*Pensé después
Y allí estaba, la sacó a relucir delante
de todos, una sonrisa que me volvía loco, me encanta verla así de feliz, sin
problemas que le molestaran, ni nada por el estilo… Solo su sonrisa hacía que
el día hubiese valido la pena.
-Estás loco- Me dijo
*Por volver a verte sonreír*Pensé
-Lo sé, las mejores personas lo están.-Le
dije
Y nos fundimos en un beso, con sonrisa final incluída.
-Te amo Óscar-
-Y yo a ti, Cristina. Más de lo que nunca
hubiese imaginado que amaría a nadie.-
Tú
*Daría lo que fuese por abrazarla* Pensé.
Y mis ojos verdes se fijaron en la
luna (Porque sabía que, en algún lugar, también estarías viéndola) mi mente no
estaba en la conversación, a decir verdad no estaba en nada salvo en ella.
-Pareces que estas en otro mundo- Me
decían
-Que va, solo problemas de que mi vaso
está vacío- Respondía.
No sabía cuántos había bebido,
tampoco me importaba siempre y cuando borraran su recuerdo, su estúpida
sonrisa, sus ojos marrones, tu pelo largo y castaño, siempre que me alejaran de
ese mundo. Ella era el único vicio comparable a la botella...
Y parecía que iba a ser así, poco
a poco me distraía más, poco a poco me parecía divertido todo, poco a poco todo
iba a mejor…
ntonces se acercó y con un
rotulador negro me dibujó una estrella en la muñeca… Dark Star… Mierda, otra vez ella no… Otra vez mi mente se
volvió a llenar de sus recuerdos, sus palabras, sus labios, sus palabras… Otra
vez mi corazón volvía a sangrar…
Y me volvía a ir a la luna, donde
solo ella y yo podíamos escondernos. Un secreto oculto a miles de kilómetros.
“Sabrás cuando estés enamorado
cuando no dejes de pensar en ella.”
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