Me
tumbé, esperando a que el sueño me invadiese.
Y
así fue, un sueño un tanto extraño. Casi me parecía real.
Despertaba
tumbado en la cama, en una habitación blanca casi inmaculada. La cama era
ancha, había dos mesitas de noche de color blanco y en la pared del cabecero
había una gran multitud de fotos. Apenas les presté atención ya que todo me
parecía muy rutinario, me incorporé y busqué en la mesita mi ropa interior,
después abrí el pequeño armario que había en la esquina para buscar mi ropa.
“Mierda,
me falta la camisa.” Pensé mientras me ponía los vaqueros.
Salí
de la habitación en dirección al salón, que tenía un calor más cálido y acogedor.
Y allí estaba ella, sentada con las rodillas subidas en una butaca en tonos
madera, tan perfecta como siempre, estaba leyendo un libro bastante antiguo y
bastante deteriorado al cual apenas se podía ver una parte del título… “viajero”.
Me
acerqué a ella, tomé el libro y lo dejé encima de una mesa auxiliar que había
allí mientras la besaba.
-Me
tienes que devolver la camisa-Le susurré al oído.
-Tendrás
que quitármela- Dijo ella mientras me devolvía el beso.
La
cogí en brazos, noté como el pelo castaño resbala y caía en mi piel, me
encantaba esa sensación de paz y tranquilidad. Fue entonces cuando me di cuenta
de que ella apenas estaba vestida con mi camisa, unas bragas y unos calcetines
largos. Cada vez me encantaba más esa escena.
La
subí a la encimera de la cocina, mientras, le desabrochaba los botones de su
camisa. Ella jugaba con sus manos en mi espalda y en mi pelo. Cada vez que un
botón se desabrochaba yo besaba la parte que cubría y así, poco a poco, subí
hasta sus labios.
-Sería
una pena quedarnos con las ganas, esas alas en la espalda me piden a gritos que
lo arañe- Dijo mientras esbozaba una sonrisa perversa.
-Al
menos no te pide a gritos que lo haga tuyo, como el tatuaje que usted tiene en
el pecho-Dije mientras le besaba en el cuello.
Ambos
sonreímos y nos besamos pero, cuando nuestros labios se separaron, todo
desapareció con el sonido del despertador.
Miré
al techo y pensé: “Algún día, lo haré realidad.”
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