17 de febrero de 2013

Despertar


Y todo se volvió oscuro, no hubo nada más que sombras en un vacío infinito.

Ya no había recuerdos que doliesen, ni recuerdos alegres, no había olor, no había colores, no había nada… Nada.

Estaba solo y ¿asustado? No, asustado no es la palabra. Estaba tranquilo, no había nada que me dañara, reinaba una paz enorme en aquel mundo de sombras en el que, en el fondo, no quería escapar.



Pero un recuerdo se coló en la infinita oscuridad, era ella. Un atisbo de luz en aquella infinita oscuridad.





Sabía que tarde o temprano despertaría, mi corazón seguía latiendo y tenía muchas cosas pendientes que hacer. Pero lo único que esperaba era que al despertar estuviese ella allí. 

Cuando desperté fue cuando me di cuenta de que había estado demasiado tiempo prisionero de mis recuerdos. Necesitaba contarlo todo, necesitaba saber que sentía ella, que me respondería, saberlo todo. Porque despertar solo fue más duro que estar sumido en aquel sueño en el cual no había nada.


Desperté y me di cuenta de que no quería volver a despertar… Sino era con ella a mi lado.

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