Estaba solo,
prisionero de mis recuerdos con ella y de un presente que no me dejaba escapar.
Todo era
monotonía, los días eran fotocopias unos de otros… Me asfixiaba y lo único que
a veces me sacaba de esa rutina era ella. Encontrármela de nuevo en aquella
esquina hacía que las semanas grises y apagadas valiesen la pena para poder
volver a verla. Y sonreír junto a ella.
Ella ocupaba mis
sueños, mis fantasías, mi realidad, incluso mi mente en los exámenes… Pero no
importaba, lo que importaba es que podía volver a verla una vez más.
A veces la esperaba en la esquina, para ver su sonrisa y así saber
que el día había valido la pena.
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