31 de agosto de 2012

Marina

Estas son mis partes favoritas del libro “Marina” de Carlos Ruiz Zafón.


Mi amigo Óscar es uno de esos príncipes sin reino que corren por ahí esperando que los beses para transformarse en sapo. Lo entiende todo al revés y por eso me gusta tanto. La gente que pienso que lo entiende todo a derechas hace las cosas a izquierdas, y eso, viniendo de una zurda, lo dice todo. Me mira y se cree que no le veo. Imagina que me evaporaré si me toca y que, si no lo hace, se va a evaporar él. Me tiene en un pedestal tan alto que no sabe cómo subirse. Piensa que mis labios son la puerta del paraíso, pero no sabe que están envenenados. Yo soy tan cobarde que, por no perderle, no se lo digo. Finjo que no le veo y que sí, que me voy a evaporar…

Mi amigo Óscar es uno de esos príncipes que harían bien manteniéndose alejados de los cuentos y de las princesas que los habitan. No sabe que es el príncipe azul quien tiene que besar a la bella durmiente para que despierte de su sueño eterno, pero es porque Óscar ignora que todos los cuentos son mentiras, aunque no todas las mentiras son cuentos. Los príncipes no son azules y las durmientes, aunque sean bellas, nunca despiertan de su sueño. Es el mejor amigo que nunca he tenido y, si algún día me tropiezo con Merlín, le daré las gracias por haberlo cruzado en mi camino.

Esta carta, leída por su voz, es uno de los momentos más felices de mi vida. Era como si me dedicara esa carta a mí, para que entendiese que ella sentía eso por mí.


“-Tienes derecho de odiarme- dijo entonces.
-¿Odiarte? ¿Por qué iba a odiarte?
-Te mentí –dijo Marina-. Cuando viniste a devolver el reloj de Germán, ya sabía que estaba enferme. Fui egoísta, quise tener un amigo… y creo que nos perdimos por el camino.”



“Marina me besó en los labios y me susurró al oído que me quería  y que, pasara lo que pasara, me querría siempre.
Murió al amanecer siguiente, en silencio, tal como había predicho Rojas. Al alba, con las primeras luces, Marina  me apretó la mano con fuerza, sonrió a su padre y la llama de sus ojos se apagó para siempre.”

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